domingo, 1 de maio de 2016

Ensinar temas de História a partir de romances históricos

"Neste momento, as didácticas estão ocultas, dado que nos últimos anos,
surgiram livros ou relatórios sobre o estado da escola ou sobre a formação
de professores, em que elas estão ausentes, ao ponto de nos podermos,
por vezes interrogar se ainda se ensina alguma coisa na escola
e se isso levanta algum problema do ponto de vista do conteúdo."

Jean-Louis Martinand, 2007, 147.


Ao longo de meio século, um pouco por toda a Europa, o campo de estudo e de prática, outrora digno e promissor, designado por "didáctica" foi-se esvaziando até chegar a um estado de quase extinção. 

Entre as múltiplas razões que terão concorrido para esse estado contam-se as seguintes:
- a desvalorização dos conhecimentos, saberes, conteúdos ou matérias especificamente escolares. Ora, a didáctica tem em conta, antes de mais, essa componente do currículo;
- o esboroamento das fronteiras das disciplinas constituintes do currículo escolar, em favor de abordagens multi, pluri e inter e transdisciplinaridade. Ora, a didáctica centra-se no modo de ensinar e aprender em disciplinas concretas;
- a ideia de que ninguém ensina nada a ninguém, logo um futuro professor, tem de descobrir por si e em si como ensinar. Ora, a didáctica trabalha precisamente no apuramento dos melhores métodos para se ensinar no quadro de uma disciplina e, nesse quadro, de cada um dos temas que a constituem;
- a suposição de que o professor só pode aprender na prática e com a prática. E, mais, que a prática de cada um é única e intransmissível, não podendo nem devendo, nessa medida, apurar-se princípios de acção docente.

Para a dissolução da área da didáctica, terá também ajudado a promessa revolucionária dos anos de 1960/70 que eram os "currículos-à-prova-de-professor" (invenção da linha de investigação do ensino inspirada no behaviorismo) onde especialistas operacionalizavam, até ao mais ínfimo pormenor, a acção dos professores, de modo que eles não precisavam de planificar, preparar recursos, nem instrumentos de avaliação e respectivas grelhas, nem de pensar o que deveriam fazer ou dizer nas aulas, pois tudo isso estava pré-determinado esperando-se que se limitassem a cumprir o pré-estabelecido. E, não: essa promessa não se extinguiu nos anos de 1980, foi, pelo contrário, adoptada e refinada pelas empresas de manuais escolares, sendo Portugal um dos mais pujantes e também mais tristes exemplos em tal matéria.

Ainda que no nosso país, o novo regime jurídico de habilitação para a docência (Decreto-Lei n.º 79/2014 de 14 de Maio) restitua o lugar que a didáctica tem, por direito próprio, nos planos de formação inicial de professores, há um trabalho anterior que é preciso recuperar e um investimento imenso para o futuro que precisa de ser (re)iniciado no presente, como aliás, e tanto quanto sei, já está a acontecer em algumas universidades.

O meu interesse nesta tarefa, leva-me a acompanhar o trabalho de vários colegas que têm avançado "em modos específicos de ensinar em disciplinas". Um deles é Andrés Palma Valenzuela da Faculdade de Ciências da Educação da Universidade de Granada. Abaixo transcrevo uma entrevista que recentemente deu sobre sobre o uso do romance histórico para a aprendizagem da Histórica.

Referência da citação: Martinand, L. (2007). Didáctica e didácticas. Esboço problemáticoIn A. Estrela (Org). Investigação em educação: teorias e práticas (pp. 147-167). Lisboa: Educa.


¿Es la novela histórica una herramienta para el aprendizaje de la Historia?
Es una cuestión que puede dar para horas y días de largo debate. Seguramente, muchos tendremos opinión, pero hoy prefiero contaros la experiencia del profesor  Andrés Palma, del departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Universidad de Granada, que imparte clases en los grados de Maestro de Educación Primaria e Infantil… y usa la novela histórica como recurso (...) me llamó la atención fue la del profesor Palma sobre la novela histórica como herramienta didáctica.  
Todo empezó como un juego”, me explica Palma el uso de la narrativa histórica con sus estudiantes universitarios. A él le gustaba la novela histórica como pasatiempo, pero después descubrió su efecto motivador. “Se ve que la Historia aburre, que parece algo lejano… pero cuando a la gente le metes en una trama y esa trama engancha, y además aprenden, les motiva. Y para mi ese fue el descubrimiento”, relata. “Cuando vi su eficacia, le di un formato más serio y lo planteé a la universidad como un proyecto de innovación”. 
Lo más curioso es que esto no lo hace nadie”, explica este educador, sorprendido porque “los historiadores no se acaban de fiar de la novela y los mismos escritores dicen que sus obras son expresión de su creatividad y no un documento histórico que puede ser riguroso. Los unos por los otros, la novela se queda en tierra de nadie. Y creo que bien usada, puede funcionar”.  
¿Cómo estaría bien usada? “El único problema es elegir el material. Seleccionar una novela cada año, cosa que llevo haciendo seis años, me supone leerme seis o siete. Tengo que definir el periodo con el que quiero trabajar”. Este profesor repasa sus criterios: que no distorsionen la Historia, que sean de periodos desconocidos por los alumnos (por eso no trabaja la Guerra Civil, que dice está “muy machacada”) y la extensión (“no puedo mandarles una novela de mil páginas que se les caiga de las manos”). “Novelas bien fundamentadas históricamente, en las que el autor no delire, que esté bien escrita, que trate una época diferente y que tenga la extensión justa, no hay tantas”, afirma.

Mi trabajo es como el del novelista, pero al revés” (...). “Alguien que escribe una novela, primero se documenta para no decir tonterías. Yo hago el proceso inverso, es como un juego virtual. Metes al alumno en la trama y comienzan a descubrir cosas". Y pone un ejemplo, “la última novela con la que he trabajado es una ambientada en la segunda mitad del siglo XIX, en Granada. Cuando los alumnos descubren que hay espacios que conocen, vivos, que han cambiado, ocurre algo mágico, son conscientes del cambio. Para mí, es la enseñanza entendida como algo dinámico y a los alumnos se les mete dentro de esa dinámica”.  
Y sus alumnos, ¿cómo reaccionan? “El tipo de alumno mío, de unos veinte años, ha leído a Harry Potter, El señor de los anillos, la saga de los vampiros y, excepto los más curiosos, no han leído nada más", describe a sus pupilos el profesor Palma. “Siempre reaccionan igual: cuando se lo planteas, generas rechazo. A medida que van entrando en el juego, el 99,99% lo valoran como algo muy positivo. Pasan del rechazo a la satisfacción total. No falla, y eso que es un trabajo pesado, tienen que leer y descomponer los capítulos… Algunos me dicen que seguirán leyendo novela histórica”, dice con un tono que percibo como orgullo. 
Comentamos también un asunto del que ya os hablé en su momento, la escasez de ficción histórica para públicos infantiles y juveniles. "El problema es que mis alumnos son futuros maestros de primaria y para niños de esas edades no hay relatos ni cuentos de este tipo. Alguno de mis alumnos, después de esta experiencia, se han planteado escribir relatos históricos para esas edades”. Ojalá sea así. 
Al usar la novela histórica, mato dos pájaros de un tiro: genero interés por la lectura, que según los informes Pisa es uno de nuestros grandes problemas, y desarrollo los conocimientos de mi asignatura que son la historia, la geografía y el patrimonio”. 
¿A qué apetecería ir a una de sus clases? ¡Buenas lecturas!

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